Es sorprendente ver como los usuarios tienen ahora más poder como consumidores que como ciudadanos a la hora de cambiar el funcionamiento de las cosas, y es que ya lo decía en un post anterior, tenemos más peso en nuestras decisiones cotidianas y en cómo consumimos que cuando vamos a votar.
En cualquier país del mundo (o al menos los que yo conozco) el servicio de taxi está regulado por los diferentes ayuntamientos u organismos oficiales, donde exigen una licencia, la obligatoriedad de un seguro, ciertas medidas de seguridad, unas tarifas públicas y, sin embargo, optamos por utilizar los servicios prestados por otros usuarios a través de aplicaciones móviles, basándose simplemente en la valoración del resto de la comunidad. Seguir leyendo