Desde niños nos han enseñado que discutir no es bueno y que es mejor llevarse bien. Hay un dicho que dice “es mejor un mal acuerdo que un largo pleito” y en eso nos afanamos cuando trabamos con otras personas.
Pero es algo que no es correcto. Hace tiempo escribía sobre lo positivo de tener diferentes opiniones en un equipo de trabajo y generar debate en torno a las estrategias que se quieren desarrollar. Los equipos de trabajo que permiten discrepar y discutir sobre la idea original o la oficial tienen mayores probabilidades de tener éxito frente a los equipos que simplemente siguen a un líder con un pensamiento único.
Este punto de vista lo he aplicado, creo, desde que era pequeño. Aún recuerdo uno de mis primeros trabajos, cuando en una reunión con los máximos dirigentes de la empresa, el Director Financiero detiene la reunión y me dice “Jaime, di ya lo que estás pensando porque no paras quieto en la silla y me estás poniendo nervioso”. Podéis imaginaros que casi me da un infarto del susto. De repente toda la sala se gira hacia mí preguntándose quién sería ese mocoso que estaba asistiendo a la reunión. Hubo un conjunto de casualidades que me llevaron a participar, para dar apoyo en un tema muy específico que debía hablarse durante la reunión, pero mi función era básicamente quedarme callado todo el rato. Así que, de improvisto, pasé a ser el centro de atención de toda la junta directiva y los mandos más importantes de la compañía, que me miraban ansiosos para saber qué era tan importante como para parar la reunión. Seguir leyendo →